A cada beso un paso atrás y, a cada noche, un día menos.
A cada pestaña una nuca en la que enredarse de nuevo. La tuya.
Esperaré a que llueva sobre mojado, y seremos nubes de cielos grises.
Seremos retratos en blanco y negro entre poemas que ya no dicen nada, entre poemas de tinta callada.
Espérame y seremos como las golondrinas de Bécquer pero sin ningún “volverán” de por medio.
Espérame cada minuto.
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11/08/2012