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La vida de una sola persona no es nada.
Una persona puede nacer y morir el mismo día y el resto de gente que habita este hormiguero que finge ser el planeta Tierra no lo sabría nunca. De hecho, ni siquiera le importaría no saberlo.
Y aún así, una única vida puede ser tan compleja, con tantas curvas y formas como un laberinto sin fauno. O con más de mil faunos, ¿qué más da?
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El planeta Tierra gira 1 grado cada 4 minutos, 15 grados cada hora, 366 giros cada año, y le importa una mierda que un hombre viole a una niña el día de su cumpleaños o que un vecino cabrón atropelle a un padre de familia numerosa justo el día que se iba a trabajar sin despedirse. Le da igual si un anciano muere sin nadie que le coja la mano y le diga "todo irá bien". Y ni se inmutará si estalla una tercera guerra mundial y la población entera se escurre por el retrete sin tirar de la cadena.
Y sí, la cruda realidad es que el planeta seguirá girando a la misma velocidad que siempre aunque tú mueras ahora mismo.
Nada sirve de nada.
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El más complejo de los absurdos, eso es tu vida. Y tú ni lo sabes.
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EL PUNTO INTERMEDIO
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Me tranquiliza pensar que estoy destinada a morir joven. Lo sé que lo haré.
El caso es que la idea de que pronto me
faltará el aliento es lo que me ayuda a seguir respirando. Como si
tuviera ganas de terminar, pero no.
Es extraño, supongo.
Es extraño, supongo.
O la eternidad o la espontánea juventud. El punto intermedio es demasiado cruel.
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