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Esperan entender los porqués que lanzan al aire sin esperar respuesta. Esperan ser capaces de sonreír aunque sea de espaldas y bocabajo, como si al decirlo del revés fuera menos cierto el intento de homicidio o más noble el olvido de lo que ni tan solo estamos seguros de su autentica existencia.
La verdad es que nunca se recuerda del todo. El recuerdo no es más que una vil, fugaz e inexacta revivencia de lo que no sé puede tener y de lo que, estúpidamente, creíste haber tenido en algún momento pasado.
En el fondo ya se sabe, pero apuras hasta el final, hasta cortarte la comisura de los labios con los bordes del plástico que recubren el helado al que no llega la punta de la lengua.
Sigues intentándolo. Sigues olvidando recordar la mentira que pasó por verdad en su día.
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